Me ha gustado también, como siempre, cruzarme con ese pobre. Un hombre mayor, con pintas de haber sido un gran hombre, que perdió el dinero pero nunca la dignidad. Con su traje negro (siempre el mismo), su bastón, nunca pide limosna. Vende cupones, o revistas, o lo que se lo ocurra y haya podido comprar. Pero nunca pide limosna.
Me ha gustado, especialmente, encontrarme con el hombre que toca el acordeón, siempre en la misma calle. Metido en un portal, porque llovía, viendo pasar un montón de gente. Lo he oído de lejos, y lo he reconocido. Hay varios que tocan el acordeón por aquí, pero a él lo reconozco, me gusta lo que toca, cómo lo toca. Me ha gustado la sensación de regalar magia que he sentido cuando lo he cruzado. Me ha gustado cómo me ha mirado y me ha dado las gracias, sin dejar de tocar, cuando le he dejado una moneda.
Especialmente, me ha gustado su sonrisa, sincera, cuando le he respondido: "A ti."
Poco después, cuando he vuelto, no estaba.
Quizás, cuando alguien le ha agradecido que regale música en la calle, ha dado su labor por concluida y ha vuelto a casa satisfecho.
Nunca tendremos esa certeza...
ResponderEliminar