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Some people have an angel on one shoulder and a devil on the other. Me, I've got a hat and a vest, Acid and Sour, Jazz and Tango.

martes, 13 de noviembre de 2012

Hay veces que querría ser gota. Una vida breve y sin preocupaciones, y una muerte azarosa. Podría estamparme contra un pecho caliente o ensuciarle las gafas a un político corrupto. Podría limpiar la acera o mojar una mierda de perro. Caer en mitad del campo y nutrir la tierra. Sería más sencillo y más profundo, más claro. Más útil. Mi cadáver fluiría por los sucios charcos de Madrid arrastrando todo el polvo que la miseria deja en la calle con cada zapatazo. Mi cuerpo muerto refrescaría la cara de la mujer que mira hacia arriba. Mi agonía en la ventana ententendría a un niño aburrido durante minutos, uno de esos niños que aún miran las gotas correr en los autobuses. Nosotros, idiotas, sólo vemos la calle que hay detrás. Cientos de formas, de golpes, de carreras de gotas se nos regalan en los días grises mientras sólo miramos las marcas del asfalto. Demasiado ocupados para mirar los detalles. Demasiado muertos para seguir vivos. Aprendemos a no ser niños porque ellos ven la verdad, y la verdad nos duele como el aceite que te quema la mano al hacer un huevo frito porque es lo único que puedes comer hoy, que es una quemadura que duele más porque está manchada de miseria, de la pobreza del que cuenta los céntimos para el próximo desayuno. Los miserables también ven la verdad. Los que tienden la mano cientos de veces a gente bien vestida que se puede permitir comprar ropa que nunca estrena, pero no el mendrugo de pan de un extraño. Esos que desayunan cuando cenan, los hijos del vino de a veinte céntimos el litro. los rajás de los palacios de cartones y las mantas sucias. Los que se mojan cuando llueve, los que ignoramos bebiendo nuestros cafés caros y humeantes en tazas de cartón que movemos por las calles como una bandera del estrés, ese amargor caliente  que no nos hace sentir mejor personas. Si yo fuera una gota bien podría caer en uno de estos pozos hirvientes y  reducir con mi frío odio unos grados ese café y arrancarle una mueca de disgusto al desgraciado de camisa nueva, mearme en su boca mientras me disuelvo en algo más negro y menos puro. Moriría en un acto pueril de venganza, consiguiendo el único y breve onjetivo de toda mi vida. Moriría sin haber sangrado la cartilla de mis padres, sin haber matado mil insectos por el camino, sin haber quemado gasonila, sin haber mentido a mis amantes, sin haber desvirgado a aquellas niñas, sin haber insultado a enemigos ni haber preocupado a mis amigos, sin haber llenado las oficinas de papeles con mi nombre y mis certificados, sin haber dado un duro al del cajero, sin haber deseado, sin haberme frustrado, sin haber jodido un par de vidas. Nunca habría muerto vano. Sería más breve, más limpio, más puro.                    

viernes, 2 de noviembre de 2012

Renacimiento

Tras un año con el blog clausurado (salvo una pequeña escaramuza), Café vuelve.

Aunque no es del todo él.

Es más urbano. Es menos inocente.
Es menos joven y más dolido
Es menos café y más whisky.

Es la resaca de madrugada. La sensación que los dientes corroídos dejan en la boca cuando escupes ese alcohol de más que tu estómago rechaza, porque es sabio, el sabor ácido y desagradable de la victoria del cuerpo sobre la idiotez, la saliva espesa que acompaña al pensamiento "ahora me sentiré mejor".

Es el hombre que se siente perro cuando espera en la calle y tiene frío, el que menosprecia la rima y la forma, quien te escupe en esa cara de niña sofisticada y payasa neocontemporánea, y lo hace porque te ama, porque te libera con su desprecio.

Es el cigarro que se fuma con asco, apagar la colilla como apagándose la vida en la espalda y odiarse las cicatrices de los pulmones, pero que aún así se fuma sin ganas, cumpliendo un rito necesario, pasando por el trámite de llenarse otra vez los dientes de ceniza y sentirse despreciable sin ningún objetivo pero pensando que realmente lo tiene.


Bienvenidos a Whisky con Café

lunes, 21 de mayo de 2012

No soy quien parezco ser, porque no quiero
parecerme.
Mis fachadas son opacas.
Nadie ha escrito qué horas
o qué alientos
son los míos.

No me conoces.
Ni mis letras, ni mis dedos,
ni el toque ácido del humo en los labios.

No conoces mis monstruos
ni mis ángeles.
No sabes domesticarlos.
Mis dientes
nunca se han clavado en tu carne.
Desconoces mis aromas,
mis vicios,
mis fetiches. 
No sabes
si acaricio con la yema o con las puntas,
si araño el cuello
o la espalda. 

Sí, es cierto.
Conoces mi sabor,
e imaginas aproximadamente
cuáles son mis horas
mis alientos, 
cuáles son mis monstruos,
quiénes son mis ángeles. 
Podrías adivinar mis vicios,
mis fetiches, 
si acaricio con la yema o las puntas,
si araño el cuello o la espalda,
adivinar si mis dientes te dejarían marca.
Al fin y al cabo, quien conoces
está hecho de mi carne y mis palabras.

Pero no, aún no me conoces.